Me enseñaron que un soldado es aquel que pone su cuerpo entre el riesgo y los demás.
Así lo vemos en los ejércitos modernos, y basta imaginar Kosovo, Afganistán, Líbano… sin soldados. Desde luego se cometen barbaridades -es innegable y sería estúpido negarlo- Y nos duelen aún más estas barbaridades porque se cometen desde posiciones de poder, de abuso del poder. Desde la fuerza que otorga el poder de las armas frente al civil indefenso que apenas puede elegir de quien va a ser victima.
Pero todos preferiríamos tener cerca ejércitos occidentales a la ausencia de ellos (Yemen, Somalia o cualquiera de los llamados estados fallidos, donde se imponen las milicias). Porque al menos esos soldados tienen una jerarquía que debe castigar los excesos, y un vínculo con la ética que impide muchos de esos excesos.
Hoy vamos a hablar de luchas, y para ello os quiero hablar de dos militares: David Galula (pocos le conoceréis) y David H. Petraeus (jefe máximo de las misiones en Irak y Afganistan). Ambos se enfrentaron a guerras de insurrección (guerra de Argel en los años 50 y Al queda o Talibanes más grupos irregulares) a un enemigo difuso que se confunde con la sociedad civil.
Ante estas guerras: Que se alargan en el tiempo, que no presenta blancos a los que eliminar, que incita a los soldados a disparar primero y preguntar después (porque cualquier civil puede darte la cara amable y ser el enemigo que busca tu resquicio humano) Insisto; en este tipo de guerras, ¿Que hacer? Pues optar por la sociedad.
D. Galula fue el primero que dio prioridad a los proyectos sociales frente a los militares. ¿Raro? No, lógico.
Vinculó a la sociedad en proyectos comunes, se mostró como solución y no como invasor. Ganó legitimidad frente a la sociedad.
Desde aquella locura, se ha convertido en imprescindible la participación y colaboración de los ejércitos en las necesidades de la población civil.
Y en varios de los escritos de contrainsurgencia escritos por el general Petraeus –no deberíais tener problemas para encontrarlos en internet- toda su estrategia se basa en tres variables: LEGITIMIDAD, inteligencia (léase información fiable) y Movilidad (no entro a explicar aquí, disculparme).
Y puestos aquí los mimbres parto a mi teoría:
La importancia de la legitimidad –y la importancia de la ética- NO es casual, puesto que las sociedades se basan en valores, y todo el que no respete nuestros valores es visto como una amenaza –de mayor o menor intensidad-. Así que si no somos un actor legítimo somos un invasor, que podrá imponer sus intereses por la fuerza, pero en el momento en que esa fuerza cambie perderá todo lo hecho y sus intereses serán expulsados. Así pues debemos tener legitimidad para participar y tener voz en esa sociedad.
En esta sociedad nuestra; afortunadamente estamos lejos de las tragedias de otras zonas del planeta, no tenemos ejércitos en el día a día de nuestras ciudades. Pero la sociedad reclama programas sociales (más escuelas y hospitales frente a los recortes), reclama ayudas a los más débiles y menos dadivas e indultos a los poderosos*(Nota final). Y ante la salida a la calle de parte de esa sociedad se utiliza a la policía como un ejercito colonial y represor (algo que aleja a policía de la sociedad y alimenta los movimientos extremistas en todos los casos).
Está claro que solo se trata de dar una visión de mano dura para la parte dura de sus electores. Una simple decisión electoralista, de fidelizar al cliente más fiel. (Y si le sumas la nueva ley de indefensión pues la gente se ahorrará salir ante las multas).
(Si la sociedad sale a la calle, es como protesta, porque considera que no se la deja participar o no se la escucha. Todos estamos más agusto en casa, y nadie protesta por protestar. Por simple comodidad.)
Pero me parece gravísimo que se opte por utilizar a las fuerzas de seguridad para reprimir, que se opte por destruir la legitimidad ganada durante años –a base de muertos, muchas veces- que se exponga al policía de calle: el que se la juega de verdad todos los días.
Porque el antidisturbios siempre estará en superioridad, y el Geo sabe a lo que se expone y está sobradamente preparado para ello. Es la incertidumbre y el encontrarte de golpe con el mal (inesperadamente) lo que te daña o te mata. Son los policías de calle –de los que depende nuestra seguridad y nuestro estado de bienestar- los que van a ver afectado el ejercicio de su labor por la perdida de legitimidad que supone la imagen de los excesos de otros.
Me parece bien la mano dura contra los violentos, pero habrá que tener más mano dura contra los excesos de esa mano dura: mossos en constantes escándalos, antidisturbios que a todas luces tienen actuaciones desproporcionadas, y por supuesto mandos policiales que dan ordenes pensando en un ascenso o en su carrera política más que en el orden público.
De lo contrario dejaremos de tener la policía que tenemos, al servicio de nuestra seguridad, y tendremos que temerlos.
Y sería terrible que por intereses de una minoría veamos en peligro uno de los pilares básicos, y que por unos pocos paguen todos (me refiero tanto a manifestantes como a policías.)
Si se quiere acabar con las protestas y manifestaciones (15-M, Gamonal, etc) les aconsejo que inviertan en programas sociales, que lean (y escuchen, que no duele) a D.Galula y que dejen de exponer a los policias para labores impropias.
La legitimidad es Básica para su labor.
Que escuchen a la sociedad, no traten de reprimirla.
Notas:
*En el caso de la infanta el jefe del estado debe tener claro que el estado está por encima de la familia, y que ganaría credibilidad si la infanta no se librase por argucias extralegales. Me temo que es mejor para su imagen tener una hija en la cárcel habiendo cumplido con el estado que una hija libre como recordatorio permanente que el jefe del estado no trabaja para el estado, sino que usa sus resortes. De nuevo una cuestión de legitimidad.